¿Qué lana compro? No se imaginan cuánto se repite esta pregunta entre las tejedoras. Y como la idea es que todas disfruten de su tejido desde antes de empezar a urdir, decidimos preparar este contenido XL, que les sirva de ayuda cuando elijan sus materiales. Porque no basta con enamorarnos de un color para lanzarnos a tejer ese proyecto que tenemos en mente. Nooo, ¡para nada! Hay muchos factores que determinan el resultado, y la idea es conocerlos a fondo.
Lo ideal es saber qué proyecto queremos partir, para no acumular (tanto) material en espera. Si ya decidimos el patrón, perfecto: contamos con ciertas directrices. Pero cuando hay solamente una idea, es importante aterrizarla lo más posible antes de definir el material. Porque no es lo mismo tejer ropita de recién nacido, que un sweater de invierno para nosotras, o un accesorio para nuestra cama. Si sabemos lo que queremos, claro que podemos llegar a la meta con éxito.
Tejido por Ximena Ballivian.
Existen elementos clave en toda labor, como el grosor, la textura, caída, acabado, holgura e incluso el uso que le daremos al proyecto en cuestión. Y para partir, básicamente podríamos dividir las fibras en naturales -de origen animal o vegetal-, sintéticas -generalmente más económicas a costa de su calidad- y mixtas. En cada conjunto hay muchos grupos distintos, pero como las lanas premium de origen natural son nuestra especialidad, vamos a profundizar en ellas.
El grosor del hilado va a determinar si un proyecto será liviano o tendrá más cuerpo. Las lanas gruesas (aran, worsted, bulky y más) funcionan bien en prendas de abrigo exteriores o accesorios como gorros y bufandas. También son útiles cuando realizamos trabajos de colorwork. Para prendas que estarán más cerca del cuerpo y deben ofrecer mayor movilidad, hilados DK, sport o fingering pueden ser apropiados y resultan versátiles. Obviamente, nos referimos a trabajos en una hebra y no a la combinación de grosores.
En todos los casos, lo recomendable sería aproximarse lo más posible al número de palillo sugerido en el patrón o la ficha técnica de la lana, para que el resultado tenga el cuerpo y tamaño indicados, pero no peso ni volumen excesivos. Si el palillo es demasiado fino, el tejido resultará rígido y abultado. En caso contrario, la trama será demasiado laxa, perderá gracia y prolijidad. En este aspecto también influye la tensión con que trabaje la tejedora, por lo que para ratificar si grosor, palillo y nuestra tensión se ajustan a lo que buscamos, necesitamos hacer la muestra correspondiente.
¿Y qué pasa con la textura? No es únicamente el punto que desarrollaremos, sino también cómo se comporta la lana a la hora de realizar ese punto en particular. Y ahí juega un rol importante la estructura del hilado, que entregará un resultado más rústico, si se trata de una sola hebra cardada, o más refinado, cuando las hebras son al menos dos y se encuentran tanto peinadas como torsionadas entre sí. Estas últimas permiten una terminación más definida, ideal con calados o lucir puntos complejos que de otro modo no se justificarían.
Tejido por Sonia Martinez.
En cuanto a la caída, es fundamental si tejemos prendas de vestir. Apunta al movimiento de una trama ya terminada, la densidad adecuada para ofrecernos comodidad cuando las usamos y la gracia con que acompaña nuestra propia movilidad. Depende de la calidad de la materia prima, su ligereza y qué tan aireadas estén sus fibras. Algunos proyectos van a requerir una caída liviana y otros, un poco más de peso. Un palillo más grueso de lo recomendado puede aportar ligereza a un hilado, o viceversa. Un claro ejemplo de resultados variados es lo que ocurre con el mohair en grosor lace o incluso fingering. Es fino, pero aireado y sumamente versátil. Tejido en solitario, en varias hebras iguales, o en combinación con otros hilados, se comporta de manera diferente, pero siempre aporta un halo de suavidad y sofisticación. Con algo tan simple como aumentar o disminuir el número de palillo, un proyecto en mohair será más o menos vaporoso.
Tejido por Camila Pacchioni.
Si hablamos de lana, entendida como fibra animal, básicamente podemos reducir la suavidad y finura de su acabado, a micras. Las lanas más finas y suaves miden menor número de micras. En el caso de la lana merino, por ejemplo, los valores habituales oscilan entre las 16 y las 24 micras. Si consideramos que una hebra de pelo humano tiene 30 micras y que nuestra sensibilidad táctil generalmente es capaz de percibir a partir de las 25 micras, la merino es una lana ideal para artículos próximos a la piel, incluso de los más chicos.
Entonces, ¿quieres abrigarte en invierno? La lana merino es ideal. Sus fibras largas y finas la hacen suave y resistente, además de absorber humedad sin perder capacidad de abrigo. Es naturalmente aislante -incluso en verano-, no se impregna de olores y es tan agradable al tacto, que se lleva bien con las pieles más sensibles. Sus distintas variedades ofrecen diversos acabados, pero básicamente puedes optar por versiones 100% merino o con algún porcentaje de nylon (que proporciona aún más resistencia, por ejemplo, para calcetines).
Pero si lo que buscas es un acabado vaporoso y extremadamente liviano, nada mejor que el mohair. Suave, cálido, ligero, resistente y con un brillo muy propio, es el hilado del momento. Viene del pelo de las cabras de Angora, es extremadamente liso y posee una elasticidad importante. Aísla del frío y es sumamente versátil. Ojo, que en general no es la mejor opción para prendas de niños, justamente por sus fibras algo volátiles. Y cuando te decidas por el mohair, tiene que ser con seguridad, porque desarmar aquí es una tortura.
Tejido por Orietta Soto.
Otro lujito es la alpaca. Sumamente abrigadora, aislante de la humedad y con la capacidad de repeler el agua, tiene su mejor versión en la “baby alpaca”, que corresponde al primer esquilado de animales desde los tres años de edad. Noble, suave y elegante, se presenta sola o combinada con otras fibras a su altura. Es un hilado aireado, que se luce perfecto con palillos delgados o más gruesos. Y de aquí en adelante podemos seguir detallando las características del yak, vicuña, cashemere o camello, todas fibras de lujo que recomendamos cuando ya tenemos conocimientos más avanzados, dadas las particularidades de cada una y su exclusividad en todo sentido.
Tejido por Claudia Moll.
Ojo que en la lista también están las fibras vegetales, como el algodón, sisal, yute, lino, cáñamo o bambú, que son frescos y biodegradables. Y algunos se lucen especialmente en trabajos a crochet. En otra línea, están las fibras sintéticas, como el nylon, poliéster o acrílico, que en ocasiones complementan y mejoran características de la fibra natural. En otros casos, con ellas simplemente se busca replicar hilados naturales, pero a un menor costo. En todos los escenarios, la oferta y calidades son variadas, lo que también se relaciona con precio, resultado y durabilidad.
Y esto nunca está de más repetirlo: independientemente del hilado y herramienta que usen, recuerden que todos los tejidos deberíamos lavarlos a mano con agua fría y secarlos extendidos a la sombra, para prolongar su vida útil. Claro que si una prenda necesita lavados reiterados, como la ropa de niños, lo ideal es buscar opciones superwash, que toleran incluso los ciclos delicados en la lavadora y logran un acabado más liso y pulido.